Más Allá

Más allá de estos muros, el mar;
más allá de estas sillas vacías en el sueño,
más allá de las casas alzadas y ardidas,
con cortinados negros inútiles golpeando
sobre órbitas vacías de ventanas,
se encuentra el azul,
el azul de piedra penetrante,
prometido del sol
extendido y hermoso,
el mar eterno, respuesta de espuma,
de sueños nocturnos
y de gran añoranza.

Pasar por el fuego

El niño yacía en el hospital;
atravesaba el fuego y nadie
le había podido arrebatar el fuego
de los hombros.

El niño ha muerto en el hospital,
y lo acosaba el sol creciendo
gota a gota.

Y al final,
cuando todo ha ocurrido,
he revisado al niño
de una y otra parte.
Pero ya no era él, sino alguien
que había pasado por el fuego
y estaba solo.

Lejanía

Tus manos fervientes
menguan, como la llama de un farol
     en la distancia,
tus ojos, brasas azuladas,
centelleantes, recorren senderos pedregosos.

Como un eco
tu voz
acaricia muslos de otros.
Las viejas canciones, los dorados juegos infantiles,
vuelan en remolinos con las nubes
cada vez más alto,
hasta perderse.

Tanto pasos pequeños recorren las aceras,
cabelleras rubias se contonean
     en calles nuevas,
puentes arrancados por las olas,
el silencio hostil en habitaciones con cerrojo
y mientras tanto la vida, que fluye aguas abajo,
en cursos paralelos, indiferentes.

Retornaré

Retornaré, con el rostro dorado
oculto bajo mi manga,
para obsequiarte,
     mi amor,
durante los reverenciales atardeceres de primavera.

Retornaré, con el rostro plateado
oculto bajo mi delantal,
para atraerte,
     mi amor,
con relatos de tierras lejanas.

La luna de desliza como un lágrima
por el brazo de piedra,
el verano está enfermo de césped sin segar...
El destino aguarda.

Hasta entonces,
hasta que llegue la hora,
durante un largo tiempo te miro, desde esta vieja herida,
y la sangre corre a nuestros pies
continuamente, en lugar de palabras.

Con cariño sepúltame

Con cariño sepúltame, amor mío,
deposítame suavemente en la tierra
como otrora me acostabas
en nuestra cama estrecha
sin lugar suficiente para los dos
con nuestras miradas y gritos,
con nuestras alfombras de acebo,
con todo lo que era nuestro
de los pies a la cabeza.

No llores lluvias tardías sobre mi rostro,
     amadísimo,
parto hacia un lugar donde no hay nubes.
A ti te dejo
las coronas de espinas.
Ten mucho cuidado,
por favor,
y bájame
con carino
a la eternidad.