Flavia Cosma poemas del libro "El Barrio Latino" traducción Luis Raul Calvo
Publicado por Editorial Maribelina, Lima, Peru, 2012

(Fragment)


El verano imposible

Fermentado, el aire se hace ciénaga;
olea como si la ciudad
se hubiera movido, como por hechizo
al borde de un lago.

Las aves pescadoras, de plumas hinchadas
se adormecen en pavimentos calientes
las fuertes fragancias nos transportan brutalmente,
a las orillas de otros continentes.
Con el pensamiento volvemos a ver los turbios lagos
las pieles doradas, respirando el deseo
cielos blandos, anaranjados, azules
profundas tristezas, vastas llanuras.

Puente en el mundo
ese amor extranjero
me arde salvajemente
con su gran ausencia.

El bronce de las estatuas

Besado en la boca, el bronce de las estatuas
se transforma en oro;
la materia inerte abre los ojos de par en par
el alma respira ruidosamente
trampa de humo, dulce brisa
el aire nos toma, sensual.

Acariciado en los senos, el bronce de las estatuas
se transforma en agua verde, bendita agua
que envuelve las manos de alabastro del amado
inundando su enorme corazón, que late y late
trastornando océanos
corriendo por las nubes
acercándose.

Palabras sin cuerpo

A través de las paredes, bajan de vez en cuando
palabras sin cuerpo, enflaquecidas,
palabras-fantasmas, vaciadas de miga,
errando espacios, llegan y dividen
los hambrientos sueños de la noche.

Hay que decirte adiós ahora, mi ángel,
el tiempo de las salidas nos ha alcanzado
y ya nos supera.
Estará presente en nuestras próximas citas,
en nuestras manos enlazadas,
en los confusos intercambios de miradas.

En frases ásperas, dubitativas y nerviosas,
colocamos el fin delante del principio,
mientras que el amor, presagiando su destino,
se atormenta, forcejeando raudamente.

El papel

Estoy sentada a la mesa nuevamente,
lápiz en mano
garabateando finalmente el papel.
Tu nombre aparece en los vagos pensamientos
yendo raudamente
a través de la ventana
junto a las abejas aturdidas
por el fresco escalofrío de la madrugada.

Tu nombre aparece bailando entre las palabras
como un bello dios de alabastro.

Letras de fuego atraen el remolino
ya no se cuando mi cuerpo se ha perdido
queda sólo una voz murmurando tu nombre
repetidas veces,
sólo una mano transparente dibujando
el perfil milagroso de tus ojos,
tu frente alta, blanquecina,
como hechizando, suplicando,
amándote salvajemente.

Mi lejano y añorado amor
yace en las hojas inmaculadas
y vacías, de papel.

Volver a encontrarte

Tú, tan desconocido para mi,
como las gotas de lluvia cayendo
sobre las flores azules,
tú,
tan necesario para mi,
como el aire puro, filtrado en mis pulmones,
tú,
tan preciado para mi,
como la luz dorada resbalando por los vitrales
iluminando las manos unidas,
en son de oraciones,
invocando paz, perdón,
y sobre todo, amor,

Tú atravesarás un día
todos los bosques y el mar,
te detendrás cansado en la puerta de mi casa,
y yo te recibiré sorprendida por un santo temblor,
con mis ojos llenos de lágrimas y mi alma morada.

De los amores maduros y tardíos;
oh, mendigo…

Mi árbol, mi hombre…

Ten mi mano
mi arbol, mi hombre,
como a un niño perdido
guárdame.

Dame de pronto a beber
desde tus palmas pintadas
de verde y rojo
y primavera.
Déjame beber de tu vino, de tu ajenjo,
tu lágrima alegre,
tu lágrima amarga.

Mi árbol, mi hombre,
abrázame fuertemente
con los hilos mágicos de tus raíces.
Entierra mis palabras y mis miedos
en tus silencios enteros.

Que la canción del sueño,
que la canción suave,
dulcemente llegue
a mi corazón, a mi alas.

La mano de hierro del hombre

Los cerros se doblan bajo la mano
de hierro del hombre;
sus verdes espinazos gimen bajo las cargas,
su pelo rizado y áspero se llena de pájaros,
que vuelan a escondidas
por la sombra perfumada de las acacias.

Señas diáfanas y libélulas muertas
flotan sobre las aguas tardías,
un murmullo triste me recuerda
la primera y última vez que
estremecido me abrazaste.

El miedo saltaba de tus rodillas directo a mi corazón,
y yo me quedé muda con el veneno azul sobre mis labios,
mientras nuestros caminos
correteaban en direcciones contrarias.

Abajo, el calor ahogaba,
era diciembre, allá en el sur.

He recogido todo de a pares…

He recogido todo de a pares:
dos vasos de agua, dos cucharas,
dos almohadas blancas, vellosas,
dos platos para sopa, dos platos lisos,
copas de cristal, porcelanas de Sevres,
todo tanto como dos.

He llenado los armarios, los cuartos, los días,
esmeradamente, tímidamente,
año tras año, instante tras instante,
viví con dos rostros gemelos en la mente,
respiré dos silencios, lloré dos lágrimas
—una para ti—.

Adoré la simetría…

Falta una sola cosa,
faltas tú,
tú que deberías venir al rayo del alba
cuando la pálida luna despierte
de su sueño de alondra.

Silencio Divino

En la verde superficie del profundo río
las hojas flotan
en filas ordenadas.
De vez en cuando el gato
murmura en su sueño;
deseos incumplidos se consumen
en el pensamiento.

Tropas de palabras, redondos jeroglíficos
plenamente acostumbrados a la suerte
se encaminan despacio, solemnes
pasando debajo de los puentes.

Si no existiera el rumor de los autos
quebrantando la paz de la noche
si no existiera ni el pájaro desencadenado
recorriendo las aguas a gran velocidad
ni las demoradas gotas de lluvia
batiendo los tambores en la tabla
creeríamos que la armonía divina
habría descendido, junto a la noche
sobre la tierra.