Flavia Cosma © 2008
Traducción de Manuel Serrano Pérez

Pasar por el Fuego

   El niño yacia en el hospital;
atravesaba el fuego y nadie
le había podido arrebatar el fuego
de los hombros.

   El niño ha muerto en el hospital.
y lo acosaba el sol creciendo
gota a gota.

   Y al final-
cuando todo ha ocurrido-
he revisado al niño
da una y otra parte.
pero ya no era él, sino alguien
que había pasado por el fuego
y estaba solo.

Encuentro

   No subas la escalera, amado,
llegas mui tarde al encuentro.

   Y ya me marcho a los quehaceres,
busco algo, mas en el sitio
alcanzado por mi paso,
surge el crepúsculo
teñido con sañgre del Señor,
rojo, violeta, cárdeno.

   Una lluvia de ponderoso fuego, hiere
sombríos, dilatados bosques
crecidos en silencio cual la noche,
que igual que la noche, de pronto se disipan.

   Por las calles desiertas
acosan con furia bichos cenicientos,
con ojos de llama:
nadie, ni una sombra siquiera
me detiene el paso,
advierto el crepúsculo, tan sólo,
sangrante con heridas del Señor,
inmóvil y herido, al frente.

   Y de él me adueño
aunque vaya a cualquier parte.

Y Que Además Tenga Dieciséis Anos

   Que dificil seria tener
dieciséis años
para ser suave, frágil
y con ojos entrecerrados.
en el sueño,
te ceniría las rodillas
con manos transparentes.

   Quisiera rodear en tu cintura
a quien hace mucho estrechaba,
dándote el aire y alimento
que necesitabas
para brotar y crecer.

   Qué difficil seria
que yo tuviese dieciséis años
para presentir la llegada
del tiempo de acunarte,
ser la cuna azul
para que el cielo descerraje
la hora feliz
dejando que te vea un momento
amor y criatura;
sentir el peso de tu cuerpo
sano, redondo el pecho,
el ojo fatigado, el paso lento
y luego enfrentar humildemente
la amarga servidumbre de los años dorados.

   Cuántas veces quisiera
detenir el tiempo, entonces,
y tener para siempre
dieciséis años
y no tener futuro.

La Ley Eterna

   Te ruego someterte, cuerpo mio
A la ley eterna
Que te ha brindado
Esta efimera historia.

   El lugar de donde he partido
y a dónde algún día regresaremos
está allí, confín lejano, en el vacío.

   Volaremos, pero el cuerpo permanecerá
desvalido sobre el suelo anegado
entre el ramaje, seco.

   Mano que me pertenecía
tensa, insegura,
con los dedos al aire
palpando el destino,

   La eternidad brutal te impide el camino
penoso de la lluvia
campesina
el predestinado y largo sueño.

   Vosotros, ojos mío, servidores fieles,
manantiales del espíritu, inmaculado espejo,
también vuestras aquas
se mezclarán con otras contaminadas,
subterráneas, luego.

   Y os veré apartados
del pensamiento del cielo,
la inmensidad de las órbitas, el vacío,
la gran pregunta del corazón,
el dolor de preguntar.

A la Sombra del Tiempo

   También a ellos les llega
la vejez y la muerte.

   Y unos enterrarán a los otros
a la sombra de famosas ruinas,
pues todo concluye
al tiempo en que los conoces.

   Aunque se dijera que inmortales
los hibiscos florecen sin cesar,
sus flores son lascivas, ensortijadas
al esperarme llenas de nostalgia
desde hace más de un año.

Inmortalidad

   Conducen cada día
otro muerto a la iglesia.

   Mis amigos se enferman
pese a todo;
la ciudad polvorienta
jadea, se resiste,
los perros de la calle se abandonan,
un gato maúlla,
suplica entre las sombras,
fogoneros apuran el hervor del mediodía
desde oquedades de la piedra.

   El pensamiento triste
que interrumpe el vuelo,
aguarda.

En Nombre de la Libertad

   En nombre de la libertad
arrojamos ponzoña y desperdicios
a diestro y sinistro
y por delante nuestro.

   En nombre de la libertad,
también entre mugre y barro
estamos al acecho
por esquinas de callejuelas,
donde nos asesinas con frequencia,
pero muchas veces más
en el sueño.

Amor Perecedero

   Amor perecedero, como hoja
desprendida sin querer y sin saberlo
cual lágrimma del ojo adormilado
o ráfaga que sopla
sobre muros y piedras
estrechados imperfectamente
con brio suave, incierto.

   Escondido a la espalda
de enormes cortinados,
la blanquecina niebla pegada a los cristales
atavía la luz con ropaje de sueño
igual que un niño
que pinta y no comprende
perturbadores cuadros
con ángeles.

Mas Allá

   Más allá de estos muros, el mar;
más allá de estas sillas vacías en el sueño,
más allá de las casas alzadas y ardidas,
con cortinados negros inútiles golpeando
sobre órbitas vacías de ventanas,
se encuentra el azul,
el azul de piedra penetrante,
prometido del sol
extendido y hermoso,
el mar eterno, respuesta de espuma,
de sueños nocturnes
y de gran añoranza.

Los Gestos de los Héroes

   ¿Nos mentían acaso los rostros osados
de las estatuas?

   ¿Indomitos héroes con gestos valientes?

   ¿Legiones de ángeles nos han defendido
alcuna vez al pedirle ayuda
humildemente?

   Las grandes palabras se extinguen
con la brisa del atardecer,
los seres gigantes se detestan y mueren,
nadie nos escuchas,
nadie que nos enseñe,
las semillas yacen estériles
en el campo.

   También me inclino ahora
ante imágenes antiguas
y frente a los enmudecidos padres,
en el corazón me habita el miedo
de que un día come este, tranquilo,
también tu, mi angel bueno
puedas mentirme.

Piedras Palabras

   Despeñadas de las bocas del cielo
las piedras palabras
son tragadas por el hervidero
de la orilla;
las piedras amontonadas,
piedras ahuecadas
susurradas
durante un millar de años
por el gigante
despierto del pesado letargo
que apacigua seños del aqua,
blanco y azul altar
con los dedos fatigados
y lápidas condescendientes.

   Construyendo también con las palabras
ánforas carnales
el amor se hunde en las profundidades,
la sangre tiene pulso,
el corazón con frenesí golpea
bajo apilades capas
hace mucho
con piedras exultantes
y con huesos.

Lo Mismo Que el Mar

   Como el mar borra huellas
de humedecidos pasos en la arena
y el polvo recubre
los cuerpos disecados
que ofrendan a los dioses
en los viejos altares.

   Lo mismo que se extinguen fuegos
bajo la mano habitual de lluvias,
el tiempo inexorable
nos atrapas y anuda.

   En noches fervientes del deseo
olvidamos las puertas tremendas,
sin cerrojo,
el fulgor misterioso
que anda por la casa,
brios que sueltan ataduras,
corren impetuosos
a unirse
con la luna de piedra.

   Y permanence la pregunta:
extranjero, quién fuiste?

   Tu bebias conmigo
los primores del sol
y en languideces me cubrías,
guante,
para guiarme en desafío protector
por sueños dorados
y por vino amargo.

   Ya no recuerdo la alegría
que nos arrebataba por entero,
ni el encendido instante de estar juntos,
únicamente oigo el gemido
de fiera acorralada,
la confusión feliz,
de quienes sin saberlo
se dejan sorprender por el amor.

En su trono majestuoso, sobre el vasto horizonte,
reina orgulloso el sol omnipotente.
Desandamos noestros pasos
por su calor brutal, sordomuto, abrasador
que nos recuerda
el cruel juego terrenal:
nuestro pasado.

Vuelo Perfecto

Voy a aprender el vuelo
perfecto de los pájaros
al borde de la mar,
repitiendo el gemido
de olas renacidas.
   Y en la embriaquez ferviente
me quitaré el vestido
como las viejas bailarinas rusas,
errante por caminos
de la media noche
despojada de sueños
en la orilla
entre perros de piedra.

   Todo ello y mucho mas
me queda por saber
hasta que la vida me parezca
un instante breve.
   El tiempo prolongado y triste,
tantos anos penosos
que me preceden,
cabrán en un grano de sol,
una sonrisa efimera,
una perla de luna
reflejada en un ala.

   La palabra escrita en el papel
sera mi dulce premio,
la prenda más querida;
y cuando ya la mano
no obedezca
escribirán mis ojos con reluciente bruma.
   Acaso esta palabra,
hace instantes nacida,
habrá de conducirme
por su senda de luz
en impaciente brazos jóvenes,
Como una rama de sauce vagabunda
En sueño de poeta undoso.

   Voy a aprender el vuelo
Perfecto de los pájaros
Al borde de la mar,
Repitiendo el gemido
De olas renacidas.

   Y en la embriaquez ferviente
Me quitaré el vestido
Como las viejas bailarinas rusas,
Errante por caminos
De la media noche
Despojada de sueños
En la orilla
Entre perros de piedra.

   También me daré cuenta
Que la vida
Parecerá un instante breve.

   El tiempo prolongado y triste
El premio dulce,
La prenda más querida,
I cuando ya la mano
No obederca
Escribirán mis ojos reluciente bruma,

   Acaso la palabra, entonces
Habrá de conducirme
En impaciente brazo joven
Como rama de sauce vagabunda
En sueño de poeta undoso.

La Magnolia

   La magnolia florece al tercer día
por la calle, todavía con hielo;
tanto blanco-rosa surge de improviso,
enceguece y perturba,
y no sabemos
como es posible concebir
perpetua hermosura
en la joya blanca.

   Qué bueno, ahora, a cuatro días,
cuando ya la magnolia
ha liberado
pétalos-rosa,
tapiz de terciopelo
y cae despacio a corromperse
en la vereda
bajo la mirada indiferente
y la frivolidad del mundo
se repite.

   Y además nos cautiva la magnolia
celestial, arrogante,
la perfección que se ensombrece
nos transporta
sin perfume, únicamente indica
-de otra manera se rebajaría-
que al encontrarnos en la calle
pesa por encima de nostros
al jardin del Paraiso.

A Un Adolescente

   Procuro no mirar tus ojos;
elevaría entre nostros muros,
muros de piedra, altos como el sueño
crecidos con el paso del tiempo,
como árboles crucificados
bajo lluvia de lácrimas.

   Procuro no ver en tu mano
el signo de victoria
de trama que se extingue,
pájaros abatidos,
alba precipitada
sobre el polvio azulado
del camino.

   Tu, que sabías
de renacidas horas,
el eco de tu voz
sale al encuentro
en cada puerta,
a lo largo de calles
en noche solitaria.

Las Ultimas Hojas

   Las últimas hojas de la parra
cayeron al silencio amanecido,
la escala universal no tuvo cambios,
otoño fragoroso suma apenas
una pregunta o dos.

   Atravierso el montón
de hojas crujientes,
raydas de negro, numeradas,
y la hebra de oro del álamo viejo,
cabellera que el viento hace volar
y juguetea,
yacen segadas por el piso.

   Guadañas traidoras de risa amarilla,
las enferman de tisis, llueve.

   Inquietos espiamos el invierno
y nos espía el invierno en los rincones
con alforja hinchada de dolencias,
pecados,
como una antigua Navidad maligna
escapada hace mucho
de los libros.

Invierno de Nuevo

   Mis ojos se han colmado de nieve;
los ojos de la luna, de fango;
ovidada en el aparador una cuchara
con herrumbre,
en un ricón de la mesa
un vasija desagrada.

   Trozos grandes de hielo
caen al vacío,
ramas partidas vigilan
las calles desiertas,
la nieve se estremece bajo invisibles pasos,
manchas blancas cubren
silenciosamente
hojas putrefactas, sangrientas.

   La época se oculta, muere;
persisten maldiciones en la habitación;
y el tiempo no transa
por dinero ni por aromas caros.

   Ah, si se apartara del sueño
y de nostros
antes de venir la primavera
a reanimarnos
deseos de cielo
cruelmente olvidados
por la cabellera de la lluvia.

Mi Madre

   Mi madre ne tocaba al piano;
a mis largo dedos que crecían
no le hallaba razones
ni guía;
desconocía el sentido
arrogante del vuelo;
su forma de ser no era atreverse.

   Mi madre no leía
libros sabios, la gran literatura;
hacia los poemas, palabra por palabra
para reir o llorar;
machacaba despaciosamente
los canticos tristes
acerca de Jesús,
se santiguaba al mismo tiempo
hundida en el rebozo
y su rostro
se volvía más blanco.

   Mi madre no sabia grandes cuestiones
y quehaceres de este mundo,
pero su sonrisa
como fulgor de lámpara
iluminaba todo
y antes de extinguirse, muy de prisa
me dejó en los brazos la tiniebla
sin márgenes, ardiendo.

   Mi abuela sabía mucho menos
pero sus manos de anciana hechicera
hacían y deshacían nuestras vidas,
chal transparente,
milagrosa palabra
como sueño florido,
tenso sobre el mundo,
igual que leve brizna
de paja sobre viento.

Traducción de Manuel Serrano Pérez

INDICE

  1. Pasar Por el Fuego
  2. Encuentro
  3. Y Que Ademas Tenga Dieciseis Anos
  4. La Ley Eterna
  5. A la Sombra del Tiempo
  6. Inmortalidad
  7. En Nombre de la Libertad
  8. Amor Perecedero
  9. Más Allá
  10. Los Gestos de los Heroes
  11. Piedras Palabras
  12. Lo Mismo Que el Mar
  13. Vuelo Perfecto
  14. La Magnolia
  15. A un Adolescente
  16. Las Ultimas Hojas
  17. Invierno de Nuevo
  18. Mi Madre